lunes, 31 de marzo de 2014

SONETO PARA UN CAMINO



Caminando voy y soñando
que tu alma me guía el camino,
tu cara entre las encinas adivino
mientra mis pies sigue avanzando.

Aquí en la serranía, te sueño
entre el tomillo verdeando,
los pájaros en el cielo cantando
y yo creyendo que soy tu dueño.

Te sigo adorando igual que el día
de nuestro encuentro primero.
y cada vez me creo más sincero,

al decirte que si nazco repetiría.
No es que lo digo, lo asevero,
Afirmándote siempre, que te quiero.

CAMINO A SANTIAGO



Hoy, uno de abril de este año,
de Sanlúcar, al alba salgo
antes de que suenen
las campanas de Sor Ángela
en su campanario,
empezando el camino a Santiago,
con una mochila al hombro,
que mi hijo me ha prestado,
con mis pies viejo y cansado,
lleno de fantasía y de años.
Dejaré cigüeñas en campanarios,
dejaré castillos y palacios,
dejaré a mi familia llorando
para recorrer en solitario
el camino largo y estrellado,
con sol, lluvia y fangos
entre abril y mayo, y
de mi casa me iré alejando,
igual que mi juventud,
mis amores y desengaños.
Estaré montañas cruzando,
valles, riscos y barrancos
veredas, vías y lagos,
y algunos que otros peligros
de algún perro ladrando
que entorpecerá mi camino
Y lo espantaré rezando.
Dejaré los campos de Andalucía
por la provincia de Sevilla
entre olivos y ganadería
abriéndome camino
hacía tierras de Castilla.
Y cruzaré Extremadura,
“La pobre, la olvidada,
La incomprendida y honesta”
Subiré por Badajoz y Cáceres,
y, entre ellos a Mérida,
la ciudad emérita.
Entre los páramos solitarios,
los campos escarchados,
y los amaneceres sombríos,
el olor fuerte del Espliego,
la Salvia, el Romero y el Tomillo.
Pasaré los prados de Castilla,
Salamanca ganadera y, Zamora,
renaciente maravilla
que no se ganó en una hora.
Y los lugareños dirán:
¿Dónde va aquel romero,
desgraciado, pobre y viejo,
con los pies lleno de sangre
y esa energía en el cuerpo,
con barbas de varios días
y ojos como lucero?.
Me dirijo a Compostela
entre carros, jinetes y arrieros,
y gentes de todas partes
que en el camino me encuentro.
Y dejaré los campos castellanos
con sus robles, sus encinas,
sus pueblos abandonados,
y los chopos sobre el Duero
que va serpenteando
hacía el mar por los llanos.
cruzaré la Galicia olvidada
de montes y grandes prados,
por caminos de piedras,
y ríos de chopos dorados,
y grillos chirriando
en las noches de verano,
y, en los pinos, los búhos
me saludarán ululando.
Cruzaré Ourense y sus encantos
y Pontevedra también andando,
hasta llegar a La Coruña ,
tierras de ríos encantados,
murmullo de arroyo claro,
paso a paso, cortos y largos,
a Compostela me iré acercando
con el corazón henchido
y con los pies descalzos.
y veré las espadañas,
de los torreones claros,
y en la Plaza del Obradoiro,
me sentaré llorando
antes de atravesar el pasillo
que a ti me llevará, Santiago.